El regreso a la provincia –después de una larga estancia en París– significa para Ramiro Bernárdez el hallazgo de una nueva sensualidad, ligada al calor sofocante del Chaco y a la piel dorada de Araceli Tennembaum, una adolescente, casi una niña. Su desbocada pasión por ella lo arrastra a una serie de pérdidas: la de su futuro profesional, la de su familia y, por último, la irrevocable pérdida de sí mismo. Y por encima de todo, aquella luna caliente símbolo propiciatorio del encuentro de los amantes, pero también de una cierta locura. Novela trepidante, que se aleja de las formas trilladas del realismo urbano y de lo real maravilloso, Luna caliente constituye un verdadero clásico latinoamericano del género negro y es una breve pero rotunda explicación de los hilos que mueven las pasiones humanas. Oscilando entre lo sentimental y lo policial, lo erótico y lo político, se inaugura aquí una nueva y original forma de describir el enfrentamiento entre civilización y barbarie. (Reseña Biblioteca Latinoamericana Contemporánea, 2000)
"Bebo vino como la raíz del sauce bebe el agua cristalina. Sólo Dios es Dios y él todo lo sabe,¿eso dices?, cuando me creó sabía que bebería vino. Si me negara a beber la ciencia fracasaría..." "Un jardín, una cimbreante doncella, un cántaro de vino, mi deseo y mi amargura; he aquí mi paraíso y mi infierno. Pero ¿quién ha recorrido el paraíso y el infierno?" "Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, esfuérzate por ser feliz hoy. Coge un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe pensando en que mañana quizá te busque en vano..." (Omar Khayyam, Rubayat) www.khamush.com/espanol/rubaiyat.htm
Sólo reconocí tus ojos, y tu cabello de islas infinitas en medio de la tormenta y el bullicio. A pesar de que te amaba, me dejaste ir en silencio cuando el Ponto abrió sus olas y el Fatum cerró el camino. Sólo quiero pedirte, si el mar me sepulta de nuevo, que me regales una rosa (roja, como tus labios) y una lágrima; sobre el túmulo de mis huesos.
Gritos por doquier, banderas manchadas por la lluvia y la pólvora. Una sombra se levanta bajo un puente, en una plaza. Un fantasma verde y calvo pisotea charcos rojizos. El humo anuncia la tragedia, pero nada ocurrió; nadie fue, nadie sabe. sólo los que cayeron, sólo los que se fueron, sólo los ausentes salpicados por el odio.
Ciudad fría, ciudad muerta, sin autos que me persigan, sin locos en cada esquina. Un castillo abandonado esconde gritos de piedra entre las hojas amarillas que dejó la tormenta. Esta oscuridad, este silencio de mierda me traen de regreso al calabozo de la ira, a la celda del exilio donde sus secos dedos me atormentan y enmudecen.
Rodolfo José Táriba Santaella (1965) nace en Valencia, Estado Carabobo. Es Licenciado en Letras, egresado de la Universidad del Zulia, y anteriormente cursó estudios literarios en la UCV, donde formó parte del Grupo Literario La 115 (1988-1993). Realizó estudios de Maestría en Literatura Venezolana en LUZ, y de Especialización en Enseñanza de la Lengua en la Universidad Católica “Cecilio Acosta”, de la cual egresa con mención Magna Cum Laude. Es además autor de poemas, cuentos, crónicas y ensayos publicados en diversas revistas nacionales, y en la Antología de Narrativa y Ensayo publicada por la UCV en 1992, como Mención de Honor en el I Concurso Literario Estudiantil de la máxima casa de estudios, con el cuento titulado Rostros en Resaca (1991). En Julio del 2002 obtiene Mención de Honor en el Concurso Literario de Fundarte, con el ensayo titulado Un Niple, la Lluvia y Tú (Retrato de una ciudad hermosa y explosiva) y en Julio de 2008 obtiene Mención Publicación en el XLIII Concurso de Cuentos del diario "El Nacional" con el cuento Juegos de Guerra y Amargura. Aguarda la publicación de su libro de poemas Entre el Sol, la calle y el exilio. Actualmente, ejerce la docencia en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Católica “Cecilio Acosta”, es Coordinador del Área Académica de Lengua y Literatura, Coordinador de la Especialización en Enseñanza de la Lengua, adscrito a la Dirección de Investigación y Postgrado, y miembro del Comité Editorial de la Revista de Artes y Humanidades UNICA.
Desnudo femenino que se borra, beso convicto de madrugada. Vincent nostálgico en el balcón De un manicomio amarillo. Mis pinceles llenos de polvo extrañan aún el óleo de esos labios. Solo veo un rostro difuso escondido entre mil bocetos, entre ojos en blanco, entre miradas perdidas, entre sombras de grafito que se desvanecen, como tu sonrisa.
ILUSTRACIÓN: DESNUDO EN BALCÓN (Xavier Coll , Barcelona-1922)